Hace tres días visitamos la iglesia parroquial de Santa Teresa del Niño Jesús, para venerar allí una imagen de la Virgen de la Sonrisa. Hoy volvemos al mismo templo, ya que celebramos la Memoria de la santa carmelita de Lisieux.
Santa Teresita del Niño Jesús nació en 1873. Ingresó con apenas 15 años en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, en Francia. En palabras del Martirologio, «llegó a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad». Murió el 30 de septiembre de 1897; tenía 24 años. Fue beatificada por Pío XI en 1923 y canonizada por el mismo Papa apenas dos años después. En 1927 fue proclamada Patrona de las Misiones, junto con San Francisco Javier. En el año 1997, San Juan Pablo II la proclamó Doctora de la Iglesia.
La imagen, en la fachada del templo, la muestra rodeada de niños, como subrayando el don de la "infancia espiritual" tan característico de la santa. «Confianza y amor -dijo Benedicto XVI en la audiencia general del 6 de abril de 2011- son (...) dos palabras que, como faros, iluminaron todo su camino de santidad para poder guiar a los demás por su mismo «caminito de confianza y de amor», de la infancia espiritual. Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, inseparable del compromiso fuerte, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre, como dice la santa contemplando a María: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo». Así Teresa nos indica a todos que la vida cristiana consiste en vivir plenamente la gracia del Bautismo en el don total de sí al amor del Padre, para vivir como Cristo, en el fuego del Espíritu Santo, su mismo amor por todos los demás».
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