Para celebrar la Memoria de San Felipe Neri, visitamos la iglesia que lo tiene por titular en la ciudad de Buenos Aires. Es un santo al que tenemos una especial simpatía porque se destacaba, según cuentan sus biógrafos, por su buen humor.
El Martirologio menciona expresamente ese detalle entre sus elogios: «Memoria de San Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del Maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad. Resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica, su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente a Dios».
Nació en Florencia en 1515. Se distinguió desde niño, por su docilidad y su bondad; luego se convirtió en un joven piadoso, simpático y muy alegre, a quien todos querían. A los dieciocho años tuvo la experiencia mística que él llamaría su «conversión». Se desentendió de los negocios familiares y partió a Roma sin dinero y sin un plan, confiando sólo en la Providencia. Se dedicó a la enseñanza para pagar sus escasos gastos y vivió prácticamente como un anacoreta durante dos años. Al cabo de ese tiempo, Felipe hizo con brillantez sus estudios de filosofía y teología... mas tres años después abandonó súbitamente los estudios, vendió sus libros y se consagró al apostolado para mejorar la vida religiosa del pueblo de Roma, que por cierto dejaba mucho que desear. San Felipe Neri se dedicó a reevangelizar la Ciudad Eterna de Roma y lo hizo con tal éxito que llegó a ser llamado «el Apóstol de Roma».
Para cumplir su objetivo, Felipe iba a la calle o al mercado y empezaba a conversar con la gente. «Como era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores. Así fue logrando, poco a poco, que numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras: «Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?». Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de su devociones favoritas. Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se retiraba a la soledad y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera de Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, como derribado y exclamó con acento de dolor: «¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo soportarlo más!». Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que tenía en el pecho un tumor grande como un puño; pero jamás le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. La autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón» ¹.
En 1558, con la ayuda del P. Rossa, San Felipe fundó una cofradía de pobres, que se reunían para los ejercicios espirituales en la iglesia de San Salvatore in Campo. Dicha cofradía ayudó a Felipe a difundir la devoción de las cuarenta horas. Dios bendijo el trabajo de la cofradía, que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini.
A instancias de su confesor, recibió las órdenes sagradas en 1551; a partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesionario, en el que se sentaba por largas horas para atender penitentes de toda edad y condición social. De ese modo logró numerosas conversiones.
«En 1564 fundó la Congregación del Oratorio, compuesta de sacerdotes seculares que viven en conunidad y se dedican al ministerio de la predicación y el confesionario» ².
«Humilde y sencillo, y apreciado de las altas autoridades de la Iglesia, se negó a la aceptación de ninguna dignidad» ³.
Murió en Roma el 26 de mayo de 1595. Fue canonizado en 1622.
Próxima entrada: 30 de mayo (Santa Juana de Arco)
Fuentes:
¹ El Testigo Fiel
² ³ José Luis Repetto, "Todos los santos"
El Martirologio menciona expresamente ese detalle entre sus elogios: «Memoria de San Felipe Neri, presbítero, que, consagrándose a la labor de salvar a los jóvenes del Maligno, fundó el Oratorio en Roma, en el cual se practicaban constantemente las lecturas espirituales, el canto y las obras de caridad. Resplandeció por el amor al prójimo, la sencillez evangélica, su espíritu de alegría, el sumo celo y el servicio ferviente a Dios».
Nació en Florencia en 1515. Se distinguió desde niño, por su docilidad y su bondad; luego se convirtió en un joven piadoso, simpático y muy alegre, a quien todos querían. A los dieciocho años tuvo la experiencia mística que él llamaría su «conversión». Se desentendió de los negocios familiares y partió a Roma sin dinero y sin un plan, confiando sólo en la Providencia. Se dedicó a la enseñanza para pagar sus escasos gastos y vivió prácticamente como un anacoreta durante dos años. Al cabo de ese tiempo, Felipe hizo con brillantez sus estudios de filosofía y teología... mas tres años después abandonó súbitamente los estudios, vendió sus libros y se consagró al apostolado para mejorar la vida religiosa del pueblo de Roma, que por cierto dejaba mucho que desear. San Felipe Neri se dedicó a reevangelizar la Ciudad Eterna de Roma y lo hizo con tal éxito que llegó a ser llamado «el Apóstol de Roma».
Para cumplir su objetivo, Felipe iba a la calle o al mercado y empezaba a conversar con la gente. «Como era muy simpático y tenía un buen sentido del humor, no le costaba trabajo entablar conversación, en el curso de la cual dejaba caer alguna palabra oportuna acerca del amor de Dios o del estado espiritual de sus interlocutores. Así fue logrando, poco a poco, que numerosas personas cambiasen de vida. El santo acostumbraba saludar a sus amigos con estas palabras: «Y bien, hermanos, ¿cuándo vamos a empezar a ser mejores?». Si éstos le preguntaban qué debían hacer para mejorar, el santo los llevaba consigo a cuidar a los enfermos de los hospitales y a visitar las siete iglesias, que era una de su devociones favoritas. Felipe consagraba el día entero al apostolado; pero al atardecer, se retiraba a la soledad y, con frecuencia, pasaba la noche en el pórtico de alguna iglesia, o en las catacumbas de San Sebastián, junto a la Vía Appia. Se hallaba ahí, precisamente, la víspera de Pentecostés de 1544, pidiendo los dones del Espíritu Santo, cuando vio venir del cielo un globo de fuego que penetró en su boca y se dilató en su pecho. El santo se sintió poseído por un amor de Dios tan enorme, que parecía ahogarle; cayó al suelo, como derribado y exclamó con acento de dolor: «¡Basta, Señor, basta! ¡No puedo soportarlo más!». Cuando recuperó plenamente la conciencia, descubrió que tenía en el pecho un tumor grande como un puño; pero jamás le causó dolor alguno. A partir de entonces, San Felipe experimentaba tales accesos de amor de Dios, que todo su cuerpo se estremecía. A menudo tenía que descubrirse el pecho para aliviar un poco el ardor que lo consumía; y rogaba a Dios que mitigase sus consuelos para no morir de gozo. La autopsia del cadáver del santo reveló que tenía dos costillas rotas y que éstas se habían arqueado para dejar más sitio al corazón» ¹.
En 1558, con la ayuda del P. Rossa, San Felipe fundó una cofradía de pobres, que se reunían para los ejercicios espirituales en la iglesia de San Salvatore in Campo. Dicha cofradía ayudó a Felipe a difundir la devoción de las cuarenta horas. Dios bendijo el trabajo de la cofradía, que pronto fundó el célebre hospital de Santa Trinita dei Pellegrini.
A instancias de su confesor, recibió las órdenes sagradas en 1551; a partir de ese momento, ejerció el apostolado sobre todo en el confesionario, en el que se sentaba por largas horas para atender penitentes de toda edad y condición social. De ese modo logró numerosas conversiones.
«En 1564 fundó la Congregación del Oratorio, compuesta de sacerdotes seculares que viven en conunidad y se dedican al ministerio de la predicación y el confesionario» ².
«Humilde y sencillo, y apreciado de las altas autoridades de la Iglesia, se negó a la aceptación de ninguna dignidad» ³.
Murió en Roma el 26 de mayo de 1595. Fue canonizado en 1622.
Próxima entrada: 30 de mayo (Santa Juana de Arco)
Fuentes:
¹ El Testigo Fiel
² ³ José Luis Repetto, "Todos los santos"
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