Del Martirologio, en el día de hoy: «En Piacenza, en Italia, Beato Juan Bautista Scalabrini, obispo, quien trabajó incansable por el bien de su iglesia y mostró un especial interés por los sacerdotes, los agricultores y los obreros, llevando particularmente en su corazón a los que emigraban a los países de América, para los cuales fundó dos Pías Sociedades del Sagrado Corazón».
Juan Bautista Scalabrini nació el 8 de julio de 1839 en Fino Monasco (Como, Italia).
Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de mayo de 1863. Fue docente, rector del seminario de San Abundio, y párroco de San Bartolomé.
Nombrado Obispo de Piacenza por el Papa Pío IX, recibió la consagración episcopal el 30 de enero de 1876. Como obispo, desarrolló una intensa actividad pastoral y social.
Practicó la caridad de forma heroica en visitas a enfermos y encarcelados y socorriendo a los pobres y a las familias en desgracia; salvó del hambre a miles de campesinos y obreros, despojándose de todos sus bienes. Fundó un instituto para sordomudas, sociedades de ayuda mutua, asociaciones obreras, cajas rurales, cooperativas, etcétera. Presidió el primer congreso catequístico nacional italiano en 1889 y fundó el primer periódico catequístico de su país.
Quizás su principal obra, que explica la veneración de su imagen en la iglesia porteña dedicada a Nuestra Señora Madre de los Emigrantes, fue su intenso apostolado en favor de los millones de italianos emigrados al exterior, que vivían a menudo en condiciones infrahumanas y corrían además el peligro de abandonar su fe o la práctica religiosa.
En 1887 fundó la congregación de los Misioneros de San Carlos (Scalabrinianos), para proporcionar asistencia a los emigrantes. Impulsó a Santa Francisca Javier Cabrini a partir a América en 1889 para encargarse sobre todo de los niños, los huérfanos y los enfermos italianos en el Nuevo Continente. Fundó además, en 1895, la congregación de Hermanas Misioneras de San Carlos.
Falleció en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, el 1° de junio de 1905.
De él dijo San Juan Pablo II en su beatificación, el 9 de noviembre de 1997: «Profundamente enamorado de Dios y extraordinariamente devoto de la Eucaristía, supo traducir la contemplación de Dios y de su misterio en una intensa acción apostólica y misionera, haciéndose todo para todos a fin de anunciar el Evangelio».
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