27 de enero de 2021

27 de enero: San Enrique de Ossó y Cervelló

Mi madre trabajó por muchos años en el colegio que las hermanas teresianas tienen en Buenos Aires. Las alumnas de ese colegio tomaban su Primera Comunión y recibían su Confirmación en mi templo parroquial. Por esos dos caminos se me hizo cercana la figura de «Enrique de Ossó y Cervelló, presbítero, que fundó la Sociedad de Santa Teresa, para la formación de las jóvenes», en palabras del Martirologio. Tuve ocasión además de participar activamente en las celebraciones locales con motivo de su beatificación en 1979 y de su canonización en 1993. De esa época proceden las estampas del fundador de la Compañía de Santa Teresa de Jesús, nuestro santo de hoy, que en esta entrada comparto.



Dijo Juan Pablo II en la ceremonia de su canonización, el 16 de junio de 1993:
« (...) Testigo de la luz divina fue el beato Enrique de Ossó y Cervelló, a quien la Iglesia eleva hoy a la gloria de la santidad y lo propone como modelo al pueblo cristiano. La Iglesia universal se alegra y se goza con este hijo suyo que, fiel a la llamada de Dios, entendió que «la aportación primera y fundamental a la edificación de la misma Iglesia en cuanto “comunión de los santos”» (Christifideles laici, 17) era su propia santidad. La semilla de santidad que recibió en el bautismo, maduró, dio fruto y fue devuelta a la Iglesia enriquecida con su carisma personal. 
(...) De la mano de Teresa de Jesús, Enrique de Ossó entiende que el amor a Cristo tiene que ser el centro de su obra. Un amor a Cristo que cautive y arrebate a los hombres ganándolos para el evangelio. Urgido por este amor, este ejemplar sacerdote, nacido en Cataluña, dirigirá su acción a los niños más necesitados, a los jóvenes labradores, a todos los hombres, sin distinción de edad o condición social; y, muy especialmente, dirigió su quehacer apostólico a la mujer, consciente de su capacidad para transformar la sociedad: “El mundo ha sido siempre –decía– lo que le han hecho las mujeres. Un mundo hecho por vosotras, formadas según el modelo de la Virgen María con las enseñanzas de Teresa” ¹. Este ardiente deseo de que Jesucristo fuera conocido y amado por todo el mundo hizo que Enrique de Ossó centrase toda su actividad apostólica en la catequesis. En la cátedra del Seminario de Tortosa, o con los niños y la gente sencilla del pueblo, el virtuoso sacerdote revela el rostro de Cristo Maestro que, compadecido de la gente, les enseñaba el camino del cielo.
Su espíritu está marcado por la centralidad de la persona de Jesucristo. “Pensar, sentir, amar como Cristo Jesús; obrar, conversar y hablar como Él; conformar, en una palabra, toda nuestra vida con la de Cristo; revestirnos de Cristo Jesús es nuestra ocupación esencial” ².  Y junto a Cristo, profesaba una piedad mariana entrañable y profunda, así como una admiración por el valor educativo de la persona y la obra de Santa Teresa de Jesús
(...) Abrid vuestras vidas a la luz de Jesucristo; buscadle donde Él está vivo: en la fe y en la vida de la Iglesia, en el rostro de los santos. Que, a imitación y ejemplo de san Enrique de Ossó, seáis sal de la tierra y luz del mundo, para que los hombres “vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16)».



¹ Enrique de Ossó y Cervelló, Escritos, t. I, Barcelona, 1976, 207
² Ibíd., t. III, Barcelona, 1976, 456).

No hay comentarios:

Publicar un comentario