La devoción al Santo Rostro de Cristo -sobre todo con actitud en reparación por las blasfemias y ofensas que recibe continuamente- se hizo más popular durante los últimos dos siglos. Las hermanas María de San Pedro, del Carmelo de Tours, y María Pierina de Micheli (que vivió en la Argentina) la difundieron de manera particular.
A la madre Pierina se le apareció Jesús y le dijo:
“Quiero que mi Rostro, el cual refleja las penas íntimas de mi ánimo, el dolor y el amor de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla, me consuela”. “Cada vez que se contemple mi Rostro, derramaré mi amor en los corazones y por medio de mi Divino Rostro, se obtendrá la salvación de tantas almas”.
Y la madre Pierina -declarada Beata en 2010- afirmó:
“Si mirásemos profundamente aquel Rostro Divino, nos hablará al corazón, nos hará partícipes de sus penas… y nos dirá: “Consuélame, repara al menos tú que dices que me amas…”. Aquella sangre, aquellos ojos divinos, velados por el dolor y el amor, ¿no nos dirán nada?”.
En 1958, el Papa Pío XII estableció que la fiesta del Santo Rostro de Jesús se celebrara el día anterior al Miércoles de Ceniza.
Tomamos las fotos de la entrada de hoy en el exterior de la capilla del Colegio Divino Rostro, sobre la calle Marechal, a pasos del Parque Centenario.
¡Oh, Jesús, por vuestro Divino Rostro, salvadnos!
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