El Orador de la Constitución ya tiene su entrada en el Martirologio Romano el 10 de enero, día de su muerte: «Beato Mamerto Esquiú, religioso franciscano y obispo, que contribuyó grandemente a la convivencia y a la concordia social, como celoso anunciador de la Palabra de Dios». Pero, como sabemos, su celebración litúrgica local es hoy, 11 de mayo, aniversario de su nacimiento.
Para su biografía, seguimos en líneas generales la publicada en el sitio oficial que le está dedicado, que citamos a veces textualmente, usando para ello la cursiva con sangría.
Mamerto Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en San José de Piedra Blanca, en la provincia de Catamarca. Debe su nombre, justamente, a otro santo que se celebra hoy, San Mamerto de Vienne, que vivió en el siglo V.
Como sacerdote se distinguió particularmente en la predicación, ministerio por el cual fue apreciado no sólo en los ambientes eclesiales sino también en los políticos.
En 1853, al pronunciar el famoso "Sermón de la Constitución" pidiendo por la paz y la unión de los argentinos, se hizo conocido en casi todo el país.
Sus llamamientos a la paz, a la hermandad y a la colaboración civil contribuyeron a crear el clima socio-cultural para el nacimiento del nuevo Estado Federal Argentino. En espíritu de servicio y evangelización, entre 1855 y 1862, el padre Esquiú aceptó también desempeñar un papel político activo, como diputado y miembro del Consejo de Gobierno de Catamarca.
Deseoso de volver a la vida franciscana regular, obtuvo el traslado en 1862 a un convento de misiones en Tarija, Bolivia, como misionero apostólico, con el propósito de llevar una vida más austera y oculta.
En 1870 fue propuesto a la sede episcopal de Buenos Aires, pero se consideró indigno y, por tanto, se alejó del país peregrinando a Tierra Santa, a Roma y a Asís.
En 1877 peregrinó a Tierra Santa. Deseaba permanecer en Jerusalén hasta el fin de sus días, pero por obediencia regresó a la Argentina con el mandato de cooperar en el restablecimiento de la vida regular entre los religiosos.
En 1879 rechazó el nombramiento como Obispo de Córdoba, pero en esa ocasión el Nuncio Apostólico le dijo: «Es voluntad del Santo Padre que usted sea Obispo de Córdoba», a lo que Fray Mamerto respondió: «Si el Papa lo quiere, Dios lo quiere», y finalmente aceptó el cargo.
Fue consagrado el 12 de diciembre de 1880 en la Catedral de Buenos Aires.
Fue caritativo y generoso ante toda necesidad, celoso en su ministerio, manso y humilde en su expresión, pobre al máximo y sacrificado; se impone realmente por la práctica de las virtudes, proponiendo la santidad como corazón de la vida sacerdotal y del compromiso cristiano. El fundamento de su extraordinaria actividad pastoral fue la intensa vida de oración y de unión a Cristo.
Predicó en casi todas las iglesias y capillas de Córdoba, dio ejercicios espirituales en varios lugares; y los monasterios, hospitales cárceles fueron testigos del paso y de la voz del infatigable Obispo. Creó el Taller de la Sagrada Familia, lugar de trabajo para las mujeres sin recurso, y llevó a cabo diversas obras de esta índole en estrecha colaboración con los párrocos. El Seminario de Córdoba se vio enriquecido por la labor promotora de Fray Mamerto con el restablecimiento de los estudios teológicos.
Su segundo año de Episcopado fue como «campesino» yendo de pueblo en pueblo, recorriendo la campaña. Río Cuarto, Río Segundo, Tulumba, Jesús María, Bell-Ville entre otros, fueron testigos de la presencia paternal de Fray Mamerto, quien no solo administraba los sacramentos, sino que dedicaba gran parte de su tiempo a escuchar a sus fieles.
Marcado por las fatigas apostólicas muere en plena actividad de celoso Pastor, en la posta de El Suncho, Catamarca, el 10 de enero de 1883.
Fue beatificado el 4 de septiembre de 2021, en una ceremonia en Catamarca presidida por el Cardenal Luis Héctor Villalba.
La bonita imagen que -en dos fotos tomadas en febrero de 2022- ilustra esta entrada está expuesta en el Museo Franciscano anexo a la Basílica de San Francisco de Asís en la ciudad de Buenos Aires.
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