29 de junio de 2024

29 de junio: Solemnidad de San Pedro y San Pablo

 «"Envuélvete en tu manto y sígueme" (Hch 12, 8). Así el ángel se dirige a Pedro, detenido en la cárcel de Jerusalén. Y Pedro, según la narración del texto sagrado, "salió en pos de él" (Hch 12, 9).

Con esta intervención extraordinaria, Dios ayudó a su apóstol para que pudiera proseguir su misión. Misión no fácil, que implicaba un itinerario complejo y arduo. Misión que se concluirá con el martirio precisamente aquí, en Roma, donde aún hoy la tumba de Pedro es meta de incesantes peregrinaciones de todas las partes del mundo.


"Saulo,  Saulo, ¿por  qué  me  persigues? (...). Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer" (Hch 9, 4-6). Pablo fue conquistado por la gracia divina en el camino de Damasco y de perseguidor de los cristianos se convirtió en Apóstol de los gentiles. Después de encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del Evangelio.

También a Pablo se le reservaba como meta lejana Roma, capital del Imperio, donde, juntamente con Pedro, predicaría a Cristo, único Señor y Salvador del mundo. Por la fe, también él derramaría un día su sangre precisamente aquí, uniendo para siempre su nombre al de Pedro en la historia de la Roma cristiana.

Con alegría la Iglesia celebra hoy juntamente la memoria de ambos. La "Piedra" y el "Instrumento elegido" se encontraron definitivamente aquí, en Roma. Aquí llevaron a cabo su ministerio apostólico, sellándolo con el derramamiento de su sangre.

El misterioso itinerario de fe y de amor, que condujo a Pedro y a Pablo de su tierra natal a Jerusalén, luego a otras partes del mundo, y por último a Roma, constituye en cierto sentido un modelo del recorrido que todo cristiano está llamado a realizar para testimoniar a Cristo en el mundo.



"Yo consulté al Señor, y me respondió, me liberó de todas mis ansias" (Sal 33, 5). ¿Cómo no ver en la experiencia de ambos santos, que hoy conmemoramos, la realización de estas palabras del salmista? La Iglesia es puesta a prueba continuamente. El mensaje que le llega siempre de los apóstoles san Pedro y san Pablo es claro y elocuente:  por la gracia de Dios, en toda circunstancia, el hombre puede convertirse en signo del poder victorioso de Dios. Por eso no debe temer. Quien confía en Dios, libre de todo miedo, experimenta la presencia consoladora del Espíritu también, y especialmente, en los momentos de la prueba y del dolor».


Estas palabras, pronunciadas por San Juan Pablo II el 29 de junio de 2002 -que también fue sábado-, acompañan las imágenes que tomamos en distintas ocasiones en un altar lateral de  la iglesia de Nuestra Señora de Monserrat.

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