Elisabeth Catez nació en Francia en 1880.
Desde pequeña tuvo una vida espiritual intensa y una devoción particular por la Santísima Trinidad.
Pese a la oposición de su madre y tras rechazar varias propuestas de matrimonio, ingresó en 1901 al convento de las Carmelitas Descalzas, que se encontraba a doscientos metros de su casa en Dijón. Tomó el nombre de Isabel de la Trinidad.
Murió menos de seis años después, el 9 de noviembre de 1906.
San Juan Pablo II, quien la consideraba como uno de los guías de su vida espiritual, la beatificó en 1984; el papa Francisco I la canonizó en 2016.
«He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí esta verdad todo se iluminó en mí. Quisiera revelar este secreto a todas las personas a quienes amo para que ellas se unan siempre a Dios a través de todas las cosas y se cumpla así la oración de Jesucristo: Padre, que sean completamente uno (Jn. 17,23)».
«Yo pienso que en el Paraíso, mi misión será conducir las almas fuera de sí mismas, a fin de que se aferren a Dios con un simple movimiento de amor; y mantenerlas en aquel fructífero silencio que le permite a Dios comunicarse a Sí mismo a ellas y transformarlas posteriormente en Él mismo».
La imagen que ilustra esta entrada es una foto de la santa que se exhibe en la iglesia de Nuestra Señora del Carmelo, de Buenos Aires.
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