"Santa María Magdalena, la Portadora de Mirra e Igual a los Apóstoles" (o "La Santa Mirófora, Igual a los Apóstoles, María Magdalena") es el nombre que recibe la conmemoración de hoy en las Liturgias orientales, tanto católicas como ortodoxas.
Himno en Tono I
Guardando Sus mandamientos y leyes santas, oh Santa María Magdalena,
seguiste a Cristo quien por nuestra causa nació de la Virgen,
Y celebrando tu santa memoria hoy,
¡Nosotros recibimos el perdón de nuestros pecados y transgresiones por tus oraciones!
Precisamente de un templo ortodoxo procede la imagen que ilustra esta entrada, y de un sitio ortodoxo tomamos la siguiente biografía:
«Santa María Magdalena, Mirófora (portadora de la mirra), nació en la cuidad de Magdala a orillas de lago Genesaret, en la región norte en la Tierra Santa. Esta pintoresca tierra es rica por sus frutas y pescado. Sus habitantes se distinguían de otros palestinos por su espontaneidad, por carácter fogoso y por su espíritu abnegado. Estas cualidades también eran propias de María Magdalena.
Desde su juventud María sufrió una posesión demoníaca. Por una coincidencia de circunstancias, o mejor dicho, por la misericordia divina, María tuvo un encuentro con nuestro Señor Jesucristo, cuando Él, predicando el Evangelio, visitó sus tierras. El Señor se compadeció y expulsó a siete demonios que la invadían, brindándole, de esta manera, una curación tanto física, como espiritual. Desde este momento María abandonó todo y se convirtió en una discípula de Cristo, sirviéndolo con otras virtuosas mujeres.
Cuando Cristo fue llevado ante Pilatos para ser injuriado, los discípulos vacilaron en su fe y huyeron, pero María no abandonó al Señor; estuvo junto a la cruz al lado de la Purísima Madre de Dios y el apóstol Juan, el discípulo más querido. Fue ella quien acompañó el cuerpo del Salvador cuando fue llevado a su tumba en el jardín de José de Arimathea y allí untó el Cuerpo con el precioso mirra y las sustancias aromáticas. Por ello fue llamada portadora de la mirra. Los funerales del cuerpo del Cristo fueron realizados de una manera muy apresurada, ya que era un viernes, y dentro de algunas horas, al anochecer, debía comenzar la festividad de la Pascua Judía.
Al día siguiente después de la Pascua, un domingo en la temprana mañana, cuando la oscuridad cubría todavía la tierra, María fue la primera en llegar a la tumba, para finalizar el rito de la sepultura del Cuerpo del Salvador. Durante su camino a la tumba, pensaba cómo iba a poder mover la roca a la entrada de la tumba que era muy pesada. Cuando llegó a la cueva, vio que la roca ya estaba apartada. Entonces, se apresuró a regresar al lugar donde estaban los apóstoles y les contó a Pedro y a Juan lo que había sucedido. Los Apóstoles fueron corriendo a la sepultura. Al encontrar los velos funerarios, los apóstoles se fueron. María llegando después de los apóstoles, entró en la cueva donde estaba la tumba y comenzó a llorar. Entonces vio a dos jóvenes vestidos en blanco. Eran dos ángeles. Uno de ellos preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". María respondió: "Se llevaron a mi Señor y no sé donde le han puesto". Al pronunciar estas palabras volvió la cabeza y vio a Jesucristo, pero no lo reconoció. Pensando que era el hortelano, le dijo: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto". Jesús le dijo: "¡María!", y reconoció ella su voz familiar y vio que era el Salvador que había resucitado. En un ímpetu de alegría se postró María a sus pies.
Ese mismo día por tercera vez, María fue digna de ver al Salvador Resucitado, cuando, junto a otras mujeres portadoras del mirra, volvió a la sepultura. Les contó a los apóstoles sobre las apariciones del Salvador, pero ellos no le creyeron. Después de la Ascensión del Señor, María, junto a los apóstoles, fue digna de la Gracia de Dios del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
María, testigo de la vida y de los milagros del Salvador, recorrió numerosos países predicado el cristianismo. Se dice que, predicando en Roma, fue al palacio del emperador Tiberio. Durante la audiencia le habló al emperador del Señor Jesucristo, de sus enseñanzas y de su Resurrección de la muerte. El emperador dudó de la Resurrección y pidió alguna evidencia de ello. Entonces María tomó un huevo cocido que estaba sobre una mesa y entregándoselo le dijo: "¡Cristo resucitó!". Mientras pronunciaba estas palabras, el huevo blanco, que tenia en sus manos el emperador, se puso de color rojo vivo. (...)
María, testigo de la vida y de los milagros del Salvador, recorrió numerosos países predicado el cristianismo. Se dice que, predicando en Roma, fue al palacio del emperador Tiberio. Durante la audiencia le habló al emperador del Señor Jesucristo, de sus enseñanzas y de su Resurrección de la muerte. El emperador dudó de la Resurrección y pidió alguna evidencia de ello. Entonces María tomó un huevo cocido que estaba sobre una mesa y entregándoselo le dijo: "¡Cristo resucitó!". Mientras pronunciaba estas palabras, el huevo blanco, que tenia en sus manos el emperador, se puso de color rojo vivo. (...)
Después de Roma, María Magdalena fue a Éfeso y allí ayudo en la predicación al apóstol Juan Teólogo. Las circunstancias de su muerte son desconocidas. Durante el gobierno del emperador León (886-912) sus imperecederas reliquias fueron llevadas a Constantinopla. Los soldados de las cruzadas fueron los que llevaron las reliquias de la santa a Roma. El Papa Honorio II (1216-1227) las depositó debajo del altar de San Juan Letrán».
De esta biografía queremos subrayar tres aspectos.
Primero, que se ciñe a los datos del Evangelio respecto de la figura de Magdalena; por lo tanto, ella no es llamada pecadora ni prostituta.
Segundo, que evoca el origen de la tradición de los huevos de Pascua, que incluso hoy, entre los orientales, se regalan mientras se dice "Cristo resucitó".
Tercero, que en el icono cuya foto publicamos se representan algunos episodios de la vida de la santa identificándola con la mujer pecadora que unge los pies de Jesús y con María de Betania, hermana de Lázaro. Esa tradición, hoy ya no mantenida -al menos en Occidente- (y no recogida, como vimos, en la biografía que transcribimos), reúne en una sola persona varios datos evangélicos dispersos, como explicamos en nuestra entrada del 22 de julio de 2016. También se recogen en la imagen escenas legendarias de la vida de Santa María Magdalena.
Finalmente, notemos que en el panel central del icono Magdalena tiene un pergamino con un texto ("Mucho se le perdonó porque mucho amó") que alude justamente al episodio de la mujer que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50: primer panel superior de la izquierda). El Señor se dirige a su anfitrión y le dice:
«¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor».
De esta biografía queremos subrayar tres aspectos.
Primero, que se ciñe a los datos del Evangelio respecto de la figura de Magdalena; por lo tanto, ella no es llamada pecadora ni prostituta.
Segundo, que evoca el origen de la tradición de los huevos de Pascua, que incluso hoy, entre los orientales, se regalan mientras se dice "Cristo resucitó".
Tercero, que en el icono cuya foto publicamos se representan algunos episodios de la vida de la santa identificándola con la mujer pecadora que unge los pies de Jesús y con María de Betania, hermana de Lázaro. Esa tradición, hoy ya no mantenida -al menos en Occidente- (y no recogida, como vimos, en la biografía que transcribimos), reúne en una sola persona varios datos evangélicos dispersos, como explicamos en nuestra entrada del 22 de julio de 2016. También se recogen en la imagen escenas legendarias de la vida de Santa María Magdalena.
Finalmente, notemos que en el panel central del icono Magdalena tiene un pergamino con un texto ("Mucho se le perdonó porque mucho amó") que alude justamente al episodio de la mujer que unge los pies de Jesús (Lc 7, 36-50: primer panel superior de la izquierda). El Señor se dirige a su anfitrión y le dice:
«¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor».
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