El magnífico templo salteño conocido normalmente con el nombre del convento anexo de San Francisco de Asís, está consagrado en realidad a San Diego de Alcalá, como ya hemos tenido ocasión de explicarlo. Fue elevado a la dignidad basilical en 1997.
En el retablo principal de la Basílica, la imagen de San Diego de Alcalá ocupa, como es lógico, el lugar central y superior, como lo vemos en las fotos.
Una publicación oficial del templo dice:
El retablo central «es de mampostería y de estilo neo-renacentista». «Preside el nicho central la imagen de la Inmaculada (...) Arriba de esta imagen, en el centro, se encuentra San Diego de Alcalá, titular de la Basílica. El santo, realizado en tela encolada, está de pie vestido con el hábito de la orden; en su mano izquierda sostiene una cruz de madera y lleva una aureola también de madera». La imagen fue confeccionada en Salta en el siglo XIX. San Diego de Alcalá es el «primer franciscano no sacerdote (hermano lego) en subir a los altares. Su fiesta se celebra el 13 de noviembre».
En un blog oficial de los Frailes Menores, en el lugar correspondiente del Propio de la familia franciscana, se dice que Diego «nació en San Nicolás del Puerto (Sevilla) hacia 1400. Desde muy joven abrazó la vida eremítica, entregándose a la oración y al trabajo. Ingresó en la Orden Franciscana y se dedicó a los oficios más humildes. En 1441 partió como misionero a las Canarias, donde llegó a ser superior, pero se vio abrumado de dificultades. En 1450 se trasladó a Roma, donde con su oración curó a muchos apestados. Vuelto a España, el 12 de noviembre de 1463 falleció en Alcalá de Henares, donde se veneran sus reliquias».
En la Bula Rex regum, para la canonización de Diego de Alcalá, Sixto V se refiere al «humilde siervo de Dios Diego de Alcalá, hijo de la gran familia de los Frailes Menores de nuestro Padre San Francisco, nacido el siglo pasado en España, y cuyo recuerdo aún se conserva fresco en la memoria de nuestros progenitores».
Y añade el pontífice: «Este varón santo despreció toda sabiduría humana, como lo hicieron los primeros maestros y príncipes de la Iglesia, y se desprendió de toda riqueza perecedera, escogiendo libremente la necedad del mundo y profesando en su Orden de hermano lego, para demostrar la abundancia de la gracia de Dios; por su vida admirable de santidad, y con su ejemplo, condujo a muchos por el camino seguro de la salvación, y despertó las conciencias de quienes vivían el sueño de este decrépito y aletargado mundo, pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Por ello, Dios, Padre de bondad, el único que hace maravillas, quiso ensalzar la humildad y pequeñez de su siervo Diego de Alcalá, colmándole de gracias y virtudes, encendiendo en su alma el fuego ardiente del Espíritu; y por su intercesión, multiplicó los prodigios, los signos, los milagros, y el poder sobre el dolor y la enfermedad, tanto durante su vida como después de muerto, extendiendo su nombre glorioso más allá de los confines de la patria que le vio nacer».
Tomé las fotos en la Basílica de San Diego de Alcalá de la ciudad de Salta en julio de 2019.
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