«La memoria obligatoria de San Carlos Borromeo, muerto en Milán el 3 de noviembre de 1584, canonizado en 1610 e inscrito en el calendario en 1613, nos presenta a una de las figuras más significativas de la reforma conciliar postridentina.
Nacido en Arona (cerca del lago Mayor) en 1538, de una ilustre familia del ducado de Milán (su padre estaba casado con Margarita de Médicis, hermana del futuro Pío IV), se doctoró a los veintiún años por la universidad de Pavía "in utroque iure". Llegó a ser cardenal diácono del título de Santa Práxedes, creado por su tío Pío IV, que lo llamó a Roma y le confió altos cargos (...). Fue nombrado al mismo tiempo Arzobispo de Milán (gobernada por el vicario Ormaneto), con la obligación de permanecer en Roma, además de administrador de las legaciones en Bolonia, Romagna y más tarde en las Marche.
Pero en la curia romana empezó enseguida a condenar los abusos y excesos, ganándose muchas enemistades; por lo que, casi veinte años después del comienzo del concilio de Trento (1545), convenció al papa (en 1562-1563) para que lo prosiguiera y terminara. En 1562, tras la muerte de su hermano, desmintiendo rumores que auspiciaban su vuelta al mundo, demostró su opción irrevocable, y a los veinticuatro años se hizo ordenar sacerdote y después obispo. Volvió, dos años después de la muerte del papa (1565), a Milán, donde transcurrirán los dieciocho años de su vida de pastor.
Nombrado en 1560 protector de la nación suiza, tenía bajo su jurisdicción tres valles suizos del cantón de los Grisones, donde también hizo las visitas pastorales para reprimir abusos y restablecer la disciplina eclesiástica. Y como tenía jurisdicción igualmente sobre tierras vénetas, genovesas y novaresas (además de las milanesas), hubo de visitar innumerables parroquias, convocando sínodos diocesanos y seis concilios provinciales (1565-1582).
En el clima de la dominación española en Lombardía, Carlos supo oponerse a las pretensiones de los gobernadores, llegando en 1579 a excomulgar a uno (...), oponiéndose asimismo a la introducción de la inquisición española en su diócesis, patrocinada por el poderoso Felipe II. Supo resistir también a unos canónigos (de Santa María de la Scala), que lo rechazaron cuando quería entrar en su basílica, y a la opulencia sin medida de la Congregación de los Humillados, hasta sufrir un atentado (1569), afortunadamente sin consecuencias. Por ello suprimió la primera Orden de los Humillados, fundiendo su tercera orden con confraternidades parecidas.
Ya antes de su llegada a Milán, en la difícil situación de su tiempo, cuando arreciaban las guerras civiles por motivos religiosos en Francia; cuando en Inglaterra la reina Isabel truncaba la restauración católica iniciada con María Tudor; cuando en Flandes se producía una ruptura político-religiosa bajo Felipe II, Carlos había demostrado que era ejecutor de las decisiones del papa, tío suyo. Pero en su plena responsabilidad de pastor se reveló, además de pastor infatigable, también un gran reformador y organizador tanto de la vida eclesiástica como de la vida cívica. Así, en la peste de 1576 tomó las riendas de la situación, organizando la asistencia en el lazareto público y en los hospitales de emergencia y vendiendo su principado napolitano de Oria para socorrer la miseria pública.
A los cuarenta y seis años, después de haber transcurrido en el santuario preferido, en el monte de Varallo (cerca de Novara), su último domingo de Pascua, hizo confesión general, reconociendo todos los errores de su vida. Murió en Milán, adonde se había hecho trasladar exhausto».
Fuente: «Santos del Calendario Romano», de Enzo Lodi.
La imagen pertenece a la iglesia de San Saturnino y San Judas.
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