«En Roma, Santa Francisca Romana, Viuda, célebre por la nobleza del linaje, santidad de vida y don de milagros».
Y en Ceremonia y Rúbrica de la Iglesia Española leemos:
«Santa Francisca Romana veía siempre a su lado al ángel custodio. Éste se avergonzaba y se apartaba cuando ella cometía una falta, o cuando escuchaba conversaciones profanas.
Jesús y María conversaban familiarmente con ella. ¿Admiras estas mercedes? Sin embargo, hay algo más admirable en la vida de Santa Francisca: su humildad y su obediencia. Por obedecer a su marido, en el acto abandonaba sus ejercicios de devoción. “Es –decía– dejar a Dios por Dios”. Murió en 1440».
Del mismo sitio tomamos esta antigua oración:
«Oh Dios, que entre otros dones de tu gracia, habéis concedido a la bienaventurada Francisca Romana, vuestra sierva, la merced de conversar familiarmente con su ángel custodio, haced, benignamente, que, por el auxilio de su intercesión, merezcamos entrar un día en la sociedad de estos espíritus bienaventurados. Por J. C. N. S.».
La presencia constante del ángel junto a Francisca Romana es representada en el vitral de la iglesia porteña a ella consagrada.
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