Aclaremos desde el principio que San Illán no aparece en el Martirologio Romano, como tampoco en el Año Cristiano de Croisset ni en Flos Sanctorum; su misma existencia es dudosa, y su vida y supuestos milagros proceden más bien de la tradición popular, sin documentos que los respalden. Casi nada conocemos con certeza acerca de este santo, supuesto que haya existido. No obstante, tiene culto, aunque de carácter local, en la localidad de Cebolla, en Toledo -donde hay una ermita en su honor- y esa devoción ha dado lugar a manifestaciones artísticas como la que vemos en la entrada de hoy.
Según la tradición, que no cuenta con ninguna fuente documental, San Isidro Labrador y su esposa Santa María de la Cabeza tuvieron un hijo, al que llamaron Illán o Yllán, en honor a su padrino de bautismo, que fue el señor con el que trabajaba San Isidro: un caballero llamado Illán de Vargas. Como San Isidro Labrador vivió aproximadamente entre 1080 y 1170, tenemos que situar el nacimiento de San Illán en el primer cuarto del siglo XII.
Todo lo referido a la vida de San Illán está en plena dependencia de la de su insigne padre; su misma memoria se celebra al día siguiente de la del santo labrador. Ahora bien, entre los episodios más populares de la vida de Isidro está el "milagro del pozo", que los artistas han reflejado en sus obras con cierta frecuencia. Siendo muy pequeño, Illán cayó accidentalmente al pozo de su casa, muy profundo, y allí murió ahogado. San Isidro y su mujer se pusieron en oración y se obró el milagro: las aguas del pozo subieron hasta el brocal, saliendo el niño sano y salvo. La escena suele tener variantes, pero siempre el elemento esencial es San Isidro, el brocal de un pozo y el niño saliendo de dicho brocal; a veces, como en este caso, puede aparecer Santa María de la Cabeza, contemplando el milagro de su marido.
El vitral que ilustra esta entrada es uno de los que embellecen la iglesia porteña dedicada a San Isidro Labrador.
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