Celebramos hoy a «San Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, en Colombia, de la Orden de Agustinos Recoletos, que dedicó toda su vida a anunciar el Evangelio, tanto en las Islas Filipinas como en América del Sur, y falleció en Monteagudo, lugar de Navarra, en España».
Fue canonizado por San Juan Pablo II en el contexto de la celebración de los Quinientos Años de la Evangelización de América. El Pontífice dijo en aquella ocasión que Ezequiel Moreno «en su vida y obra apostólica compendia admirablemente los elementos centrales de la efemérides que celebramos».
En la reseña de su vida santa , añadió el Papa,
aparecen España, Filipinas y América Latina como los lugares en que desarrolló su incansable labor misionera este hijo insigne de la Orden Agustina Recoleta. Como obispo de Pasto, en Colombia, se sintió particularmente urgido por el celo apostólico que (...) hace exclamar a san Pablo: “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?” (Rm 10, 14).
[San Ezequiel] se nos presenta ante todo como modelo de evangelizador, cuyo incontenible deseo de anunciar a Cristo guió todos los pasos de su vida. En Casanare, Arauca, Pasto, Santafé de Bogotá y tantos otros lugares se entregó sin reserva a la predicación, al sacramento de la reconciliación, a la catequesis, a la asistencia a los enfermos. Su inquebrantable fe en Dios, alimentada en todo momento por una intensa vida interior, fue la gran fuerza que le sostuvo en su dedicación al servicio de todos, en particular de los más pobres y abandonados. Como Pastor profundamente espiritual y vigilante, dio vida a diversas asociaciones religiosas; y a donde no podía llegar en persona procuraba hacerse presente mediante la publicación, el periódico, la carta particular.
San Ezequiel Moreno, con su vida y obra de evangelizador, es modelo para los Pastores, especialmente de América Latina, que bajo la guía del Espíritu quieren responder con nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión a los grandes desafíos con que se enfrenta la Iglesia latinoamericana, la cual, llamada a la santidad, que es la más preciada riqueza del cristianismo, ha de proclamar sin descanso a “Jesucristo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8). El Señor Jesús, que fue anunciado por primera vez a los pueblos de este continente hace quinientos años, nos trae la salvación, pues sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn., 6, 69). “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Ibíd., 3, 16). Es el Dios que ama al hombre hasta entregar su vida por él. Es el Dios encarnado, que muere y resucita. ¡Es el Dios Amor!
Dado que él mismo padeció cáncer, es invocado como patrono de quienes sufren esa enfermedad, y de los enfermos en general. Eso explica la oración que aparece junto a su imagen, en la iglesia de la Consolación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario