El Evangelio de la misa de hoy, lunes de la Semana XX del Tiempo Ordinario en año impar, corresponde al episodio del llamado "joven rico" (Mateo 19, 16-22):
En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:
—«Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?».
Jesús le contestó:
—«¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos».
Él le preguntó:
—«¿Cuáles?».
Jesús le contestó:
—«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».
El muchacho le dijo:
—«Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».
Jesús le contestó:
—«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego vente conmigo».
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.
Bellamente está representado el episodio en el cielorraso de la iglesia del Salvador.
Este joven ha permanecido anónimo -dijo Benedicto XVI el 15 de octubre de 2006-; si hubiera respondido positivamente a la invitación de Jesús, se habría convertido en su discípulo y probablemente los evangelistas habrían registrado su nombre. Este hecho permite vislumbrar (...) [que] si el hombre pone su seguridad en las riquezas de este mundo no alcanza el sentido pleno de la vida y la verdadera alegría; por el contrario, si, fiándose de la palabra de Dios, renuncia a sí mismo y a sus bienes por el reino de los cielos, aparentemente pierde mucho, pero en realidad lo gana todo.
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