Hoy la Liturgia hace memoria, en palabras del Martirologio, «de la sepultura de Santa Escolástica, virgen, hermana de San Benito, la cual, consagrada desde su infancia a Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, en la Campania, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios».
Escolástica nació hacia 480. Muy poco sabemos de su vida, excepto los dos capítulos de Los Diálogos de San Gregorio, cuyo resumen se lee hoy mismo en el Oficio de Lecturas. Murió hacia 547. San Benito estaba en esos momentos solo en su celda, absorto en la oración y tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo con figura de paloma. La paloma es precisamente el atributo iconográfico principal de Escolástica.
En la tumba en que fue enterrada la santa fue depositado también San Benito cuando murió. De ese modo, «un mismo sepulcro reunió los cuerpos de aquellos cuyas almas habían estado siempre íntimamente unidas en el Señor».
La imagen de esta entrada se encuentra en la iglesia dedicada a la Reina de la Paz, de la Abadía Santa Escolástica de la ciudad de Victoria (Tigre).
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