Una imagen de la Virgen María pintada en el ábside de la iglesia de María Inmaculada, en Córdoba y Gallo.
Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!,
de que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a tu protección,
implorando tu asistencia y reclamando tu socorro,
haya sido desamparado.
Animado por esta confianza, a Ti también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana.
¡Oh Madre de Dios!, no deseches mis súplicas,
antes bien, escúchalas y acógelas benignamente.
Amén.
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