16 de agosto de 2018

16 de agosto: Traslado desde Edesa a Constantinopla de la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, no hecha por manos humanas

La fecha de hoy corresponde a una celebración de la liturgia del Oriente cristiano. La citamos, en el título, según  el sitio web de la Iglesia Ortodoxa de Antioquía en la Argentina. En el artículo "El año litúrgico", del padre Ligorio Lell osb, publicado en la Revista Litúrgica Argentina número 206-207 , de 1962, dedicado justamente a "Las liturgias orientales", su nombre cambia levemente: "En Edesa, Deposición de la imagen, no pintada por mano de hombre, de Nuestro Señor Jesucristo, es decir, el Santo Sudario".

Traemos a colación esta celebración litúrgica oriental a raíz de una imagen que se venera  en la iglesia armenia apostólica ubicada en Armenia y Niceto Vega de la ciudad de Buenos Aires.

Esa imagen hace referencia a una tradición legendaria que es recogida en diversas fuentes antiguas,  la que transcribimos siguiendo al libro "Los Evangelios Apócrifos", edición crítica bilingüe de Aurelio de Santos Otero (BAC, 1999).



El rey «Abgaro V Ukhámá (...), cuyo reinado se extendió primeramente desde el año 4. a.C. hasta el 7 p.C. (...) y luego desde el año 13 hasta el 50 p.C.», fue «soberano de la ciudad de Edesa (Siria), capital de la Osrhoena, situada al otro lado del río Éufrates».

Desde épocas muy remotas (mediados del siglo III) se forjó acerca de este rey y de su relación con Cristo una leyenda que puede resumirse así: «Encontrándose este monarca aquejado de una enfermedad incurable (algunos documentos afirman que era la lepra negra), escribió una carta a Jesús hacia el año 30-32 de la vida de éste y se la envió por medio de su correo Ananías (= Hannan del texto siríaco). En ella le rogaba viniera a curarle de su enfermedad y, al propio tiempo, le ofrecía acogida en su territorio, conociendo la animosidad que tenían contra él los judíos. Jesús le envió su contestación por medio del mencionado emisario, en que le hacía saber la imposibilidad de trasladarse a Edesa, por tener que dar cumplimiento a su misión divina, y a la vez le prometía que, una vez que subiera a los cielos, le enviaría un discípulo suyo para que le curase a él y predicara el Evangelio en su ciudad. Ananías entonces, que era pintor, aprovechó la ocasión para hacer un retrato de Jesús» y se volvió a su tierra con esa pintura.

Después de la ascensión de Cristo, uno de los 72 discípulos de Jesús, llamado Tadeo (o Addai), fue enviado a Edesa para cumplir la promesa del Señor.

Las dos principales fuentes son la Historia Eclesiástica de Eusebio, quien inserta en su obra el texto de ambas cartas, y la llamada Doctrina de Addai, que contiene también el texto de las cartas, en una versión más amplia que la de Eusebio. La Doctrina ofrece más detalles que el relato de Eusebio, y tiene algunas divergencias con relación a él. La carta de Abgaro a Cristo, por ejemplo,  está concebida en términos muy semejantes en ambas versiones, pero la respuesta de Cristo difiere bastante. Eusebio sugiere que Cristo la escribió de su puño y letra; en cambio, la Doctrina deja entrever que Jesús no escribió nada, sino que fue el emisario Hannan (= Ananías) quien se encargó de transmitir (quizás por escrito) la contestación oral de Jesús. Este documento incluye, además, lo referente al retrato que Hannan hizo de Jesús.

La repercusión que tuvieron estas supuestas cartas fue inmensa, pero a nosotros nos interesa ahora el tema del retrato de Jesús. Continúa diciendo el libro "Los Evangelios Apócrifos":

«El detalle contenido en la Doctrina de Addai acerca de la imagen de Jesús que Hannan llevó a Edesa, tuvo una calurosa acogida en el imperio de Bizancio. Aun hoy la liturgia bizantina celebra el 16 de agosto la fiesta de la «Traslación desde Edesa de la imagen de nuestro Señor Jesucristo, no hecha a mano» o del «Santo Sudario»».  El título "no hecha a mano" «responde a la piadosa creencia, originada en época posterior, de que, siendo refractario el lienzo a los colores que quería imprimir en él Hannan, el Señor enjugó con la tela su rostro, dejando en ella grabada su imagen. Posteriormente llegó a confundirse aún esta leyenda con la de la Verónica y se hizo de esta mujer, la hemorroisa, una princesa de Edesa».  

Como ocurre con toda leyenda, hay otros detalles contradictorios y confusos; entre ellos, el Tadeo que visita Edesa pasa a ser el apóstol de igual nombre (y este es el motivo de la presencia de este cuadro en una iglesia armenia, ya que a San Judas Tadeo se atribuye, con Bartolomé,  la primera predicación del Evangelio en Armenia).  Según otra versión, fue  San Judas quien le llevó el paño con el rostro de Jesús al rey y lo curó. El rey escuchó el anuncio del Evangelio que hizo San Judas, y se convirtió junto con muchos de sus súbditos. Tras establecer la Iglesia en Edesa, San Judas viajó por Armenia y otros lugares del Cercano Oriente predicando el Evangelio. 

En el sitio de la Iglesia Antioquena en la Argentina, al referirse a la fiesta de hoy, y después de hacer referencia a la supuesta carta enviada por Abgar al Salvador, se añade:  
«Junto a esta carta, envió a Palestina a Ananías, su propio retratista, y le encargó pintar un retrato del Divino Maestro.
Ananías llegó a Jerusalén y vió al Señor rodeado de gente. No podía acercarse a Él debido a la gran multitud de gente que escuchaba la predicación del Salvador. Entonces, se paró sobre una roca alta y trató de pintar el retrato del Señor Jesucristo desde lejos, pero este esfuerzo no tuvo éxito. El Salvador lo vió, lo llamó por su nombre y le dio una breve carta para Abgar en el que elogió la fe de este gobernante. También se comprometió a enviar a Su discípulo para que lo cure de su lepra y lo guíe hacia a la salvación.
Entonces el Señor pidió que le alcanzaran agua y un paño. Se lavó la cara, se secó con el paño, y Su Rostro Divino se imprimió sobre este. Ananías llevó la tela y la carta del Salvador a Edesa. Con reverencia, Abgar colocó el objeto sagrado sobre su cara y recibió una curación parcial. Sólo un pequeño rastro de la terrible aflicción permaneció hasta la llegada del discípulo prometido por el Señor. Fue San Tadeo, apóstol de los Setenta (21 de agosto), que predicó el Evangelio y bautizó a Abgar y a todo el pueblo de Edesa. Abgar colocó la Santa Servilleta en un marco de oro adornado con perlas, y lo colocó en un lugar destacado sobre la puerta de la ciudad. En la puerta de entrada por encima del ícono escribió las palabras: "¡Oh Cristo Dios, quien espera en Tí no será avergonzado!"».
Por mucho tiempo la sagrada imagen fue venerada en Edesa; más tarde un bisnieto de Abgar cayó en la idolatría, por lo que el ícono fue ocultado por el obispo del lugar. Así, por muchos años el retrato de Jesús cayó en el olvido. En 545, por inspiración de la Virgen, el ícono fue hallado nuevamente y salvó a la ciudad de un ataque persa. 
«En el año 630 los árabes se apoderaron de Edesa, pero esto no impidió la veneración de la Santa Servilleta, cuya fama ya se había extendido por todo el Oriente. En el año 944, el emperador Constantino Porfirogenitos (912-959) quiso trasladar el ícono a Constantinopla, y pagó un rescate al emir de la ciudad. Con gran veneración, el Icono del Salvador no hecho por manos humanas y la carta que le había escrito a Abgar, fueron llevados por el clero a Constantinopla. El 16 de agosto, el ícono del Salvador fue colocado en la Iglesia de la Santísima Virgen de Tharossa. Hay varias tradiciones sobre lo que pasó después con el ícono. (...)
Durante la época de la herejía iconoclasta, los que defendían la veneración de íconos, y derramaron su sangre por los sagrados íconos, cantaron el tropario del ícono no hecho por manos humanas. Como prueba de la validez de la veneración del ícono, el Papa Gregorio II (715-731) envió una carta al emperador bizantino, en la que destacó la curación del rey Abgar y la permanencia del ícono en Edesa como un hecho conocido (...)».

Resumiendo: la imagen que ilustra la entrada de hoy corresponde a la tradición apócrifa que relata que San Tadeo le llevó al rey Abgar el mandylion con la sagrada imagen del Salvador; la fiesta de hoy recuerda el traslado de ese icono "no hecho por manos humanas" a la ciudad de Constantinopla, el 16 de agosto de 944.

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