En el altar dedicado a la Virgen del Carmelo en la Basílica de San Ponciano, en La Plata, se exhibe un cuadro con una imagen de Santa María Maravillas de Jesús, cuya Memoria se celebra hoy.
Como tomamos la foto en La Plata, es justo que cedamos la palabra al Arzobispo de esa ciudad, que se refirió a la santa en el Carmelo “Regina Martyrum y San José”, el día de su canonización (4 de mayo de 2003):
«Maravillas es un nombre luminoso, deslumbrante, que evoca cosas y sucesos admirables, que indica exquisitez y primor. (...) Fue el nombre de bautismo de María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán, Mon y Muñoz, no sé qué y Belmonte, como ella misma dijo con humor, tomando en solfa su abolengo. Es un título mariano; se le impuso ese nombre por la devoción que su madre profesaba a Nuestra Señora de las Maravillas, patrona de un pueblo murciano donde tuvo origen la familia.
Maravillas es también un nombre bíblico. Los autores del Antiguo Testamento se prodigan en proclamar las maravillas de Dios. (...) Las maravillas de Dios alcanzan su culminación y plenitud en la Nueva Alianza, en la persona del Hijo, hecho hombre por nosotros, en su palabra, sus signos milagrosos, su exaltación en la cruz y en la resurrección. (...)
De todos los santos puede decirse que son maravillas de Jesús; maravillas pueden llamarse las proezas que el Señor continúa obrando en ellos. Hoy la Iglesia ha reconocido y proclamado definitivamente que, en efecto, las realizó abundantes en la persona y en la vida de aquella mujer que, al entrar al Carmelo, conservó el nombre que le fue otorgado en el bautismo, pero que refirió con exquisita precisión a Jesús y a la alianza nupcial celebrada con él. Ese nombre, Maravillas de Jesús, es ya el nombre nuevo grabado en una piedrecita blanca, que sólo puede gustar aquel que lo recibe (cf. Apocalipsis 2, 17), señal de un nuevo ser y de una elección eterna.
La Madre Maravillas, andariega y mística, experimentó las profundidades del misterio de Dios sin evadirse de las realidades cotidianas a cuyo trato la sometía su vocación de fundadora. (...) Maravillas de Jesús fueron las armonías plasmadas progresivamente en ella, que hermanaban una aguda conciencia de pecado y de la propia miseria con la inocencia bautismal intacta; la alegría, el buen humor, el gracejo y atrevimiento en el decir con los abismos, desiertos y soledades de las noches místicas; la libertad de espíritu, la magnanimidad y el carisma del gobierno con la humildad, la pobreza evangélica y la continua penitencia; el amor exclusivo al Señor y la opción irrevocable por lo único necesario, con un afecto tan grande y tierno por su familia, los pobres y la patria, expresado con delicadeza y cortesía.
En el día de su canonización damos gracias a Dios por ella. ¡Te damos gracias, Señor, te damos gracias: los que invocan tu Nombre narran tus maravillas! (Salmo 74,2). Con el Salmista reconocemos, admirados, la obra de la nueva creación de la gracia y del Espíritu: ¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! (Salmo 39, 6). ¡Qué profundidad y qué altura alcanzan ahora en los santos, obras maestras de Cristo, aquellos viejos versos bíblicos! ¿Qué puede sugerirnos esta celebración gozosa? ¿Qué fruto podemos esperar de nuestra participación en el júbilo que hoy experimenta la Iglesia? Ante todo, que en nosotros vuelva a encenderse, y con vigor, el deseo de Dios, y resurja luminosa la conciencia de nuestra vocación de santidad. La Madre Maravillas escribió: «Es de veras un dolor que se pase la vida sin procurar imitar a Cristo». Quiera Dios se nos ahorre tal dolor; que no se nos vaya distraídamente la existencia sin empeñarnos con seriedad y coherencia en ser lo que somos, en dejar que el Padre verifique en nosotros la idea que de nosotros concibió, porque él nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor (Efesios 1, 4) (...)».
María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Ingresó en el Carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919. En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de los Ángeles, junto al monumento del Corazón de Jesús. En 1933 participó en la fundación de un convento de carmelitas en Kottayam, en India. Fundó además otros diez Carmelos en España. Murió el 11 de diciembre de 1974. Fue beatificada por San Juan Pablo II en 1998, y canonizada por el mismo papa en Madrid, el 4 de mayo de 2003.
Tomé las fotos en julio de 2017.
Próxima entrada: 17 de diciembre (San Juan de Mata)
Maravillas es también un nombre bíblico. Los autores del Antiguo Testamento se prodigan en proclamar las maravillas de Dios. (...) Las maravillas de Dios alcanzan su culminación y plenitud en la Nueva Alianza, en la persona del Hijo, hecho hombre por nosotros, en su palabra, sus signos milagrosos, su exaltación en la cruz y en la resurrección. (...)
De todos los santos puede decirse que son maravillas de Jesús; maravillas pueden llamarse las proezas que el Señor continúa obrando en ellos. Hoy la Iglesia ha reconocido y proclamado definitivamente que, en efecto, las realizó abundantes en la persona y en la vida de aquella mujer que, al entrar al Carmelo, conservó el nombre que le fue otorgado en el bautismo, pero que refirió con exquisita precisión a Jesús y a la alianza nupcial celebrada con él. Ese nombre, Maravillas de Jesús, es ya el nombre nuevo grabado en una piedrecita blanca, que sólo puede gustar aquel que lo recibe (cf. Apocalipsis 2, 17), señal de un nuevo ser y de una elección eterna.
La Madre Maravillas, andariega y mística, experimentó las profundidades del misterio de Dios sin evadirse de las realidades cotidianas a cuyo trato la sometía su vocación de fundadora. (...) Maravillas de Jesús fueron las armonías plasmadas progresivamente en ella, que hermanaban una aguda conciencia de pecado y de la propia miseria con la inocencia bautismal intacta; la alegría, el buen humor, el gracejo y atrevimiento en el decir con los abismos, desiertos y soledades de las noches místicas; la libertad de espíritu, la magnanimidad y el carisma del gobierno con la humildad, la pobreza evangélica y la continua penitencia; el amor exclusivo al Señor y la opción irrevocable por lo único necesario, con un afecto tan grande y tierno por su familia, los pobres y la patria, expresado con delicadeza y cortesía.
En el día de su canonización damos gracias a Dios por ella. ¡Te damos gracias, Señor, te damos gracias: los que invocan tu Nombre narran tus maravillas! (Salmo 74,2). Con el Salmista reconocemos, admirados, la obra de la nueva creación de la gracia y del Espíritu: ¡Cuántas maravillas has realizado, Señor, Dios mío! (Salmo 39, 6). ¡Qué profundidad y qué altura alcanzan ahora en los santos, obras maestras de Cristo, aquellos viejos versos bíblicos! ¿Qué puede sugerirnos esta celebración gozosa? ¿Qué fruto podemos esperar de nuestra participación en el júbilo que hoy experimenta la Iglesia? Ante todo, que en nosotros vuelva a encenderse, y con vigor, el deseo de Dios, y resurja luminosa la conciencia de nuestra vocación de santidad. La Madre Maravillas escribió: «Es de veras un dolor que se pase la vida sin procurar imitar a Cristo». Quiera Dios se nos ahorre tal dolor; que no se nos vaya distraídamente la existencia sin empeñarnos con seriedad y coherencia en ser lo que somos, en dejar que el Padre verifique en nosotros la idea que de nosotros concibió, porque él nos ha elegido en Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor (Efesios 1, 4) (...)».
María de las Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el 4 de noviembre de 1891. Ingresó en el Carmelo de El Escorial el 12 de octubre de 1919. En 1924 fundó un monasterio de Carmelitas Descalzas en El Cerro de los Ángeles, junto al monumento del Corazón de Jesús. En 1933 participó en la fundación de un convento de carmelitas en Kottayam, en India. Fundó además otros diez Carmelos en España. Murió el 11 de diciembre de 1974. Fue beatificada por San Juan Pablo II en 1998, y canonizada por el mismo papa en Madrid, el 4 de mayo de 2003.
Tomé las fotos en julio de 2017.
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