Según algunos biógrafos, Pedro Nolasco murió en la Navidad de 1256. La versión del Martirologio que usamos en este blog recoge su Memoria justamente en este día, aunque señala el año 1258.
«En Barcelona, en España, San Pedro Nolasco, presbítero, quien con San Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó, según se cree, la orden de la Bienaventurada María de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente con trabajo y esfuerzo a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos, en tiempo de los infieles (1258)».
Sin embargo, dista de haber unanimidad en este punto. El libro "Todos los santos" afirma que murió el 6 de mayo de 1249; el 6 de mayo es el día en que lo celebra, como Solemnidad, la Orden de la Merced por él fundada. El "Misal Diario para América" (1946) trae su memoria el 28 de enero, pero dice: «Murió el 25 de diciembre de 1256. Hasta hace poco se celebraba su fiesta el 31 de enero»; el "Diccionario de los Santos", sin mencionar la fecha de su muerte, dice escuetamente: «Fiesta, 30 de octubre».
En realidad, casi todo lo relacionado con la fundación de la Orden de la Merced está envuelto en la incertidumbre; también los datos biográficos de nuestro santo de hoy. Como fuere, le dedicamos esta entrada mediante las imágenes de un vitral en el templo parroquial porteño de Nuestra Señora de las Mercedes. Al hacerlo, entendemos también estar rindiendo homenaje al VIII Centenario de la fundación de la Orden Mercedaria, cumplido en agosto de este año.
Prefacio propio del santo en el Misal Propio de la Orden de la Merced (para la Solemnidad del 6 de mayo):
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Porque nos concedes la gracia de celebrar con gozo inmenso
la solemnidad de San Pedro Nolasco,
nuestro Padre fundador,
y cantar las maravillas de tu amor en favor suyo.
Por un designio de tu admirable bondad y providencia
y por medio de la Virgen María, Madre de Misericordia,
le inspiraste misteriosamente,
que a imitación de la caridad de tu Hijo,
se dedicase a la liberación de los fieles cautivos,
dispuesto a ofrecerse como rehén
y aún a dar la vida por ellos.
Así lo constituiste heraldo de tu benevolencia
y portador de celestial consuelo y esperanza.
Por eso con todos los ángeles y santos
entonamos tu alabanza,
y te glorificamos diciendo:
Santo, Santo, Santo...
Próxima entrada: 27 de diciembre (San Juan Evangelista)
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