«En Brignoles, en la Provenza, muerte de San Luis, obispo, el cual, sobrino del rey San Luis, prefirió la pobreza evangélica a las alabanzas y honores del mundo y, aún joven en años pero maduro en virtud, fue elevado a la sede de Tolosa, mas debido a su delicada salud, descansó prontamente en la paz del Señor»: así elogia hoy el Martirologio a San Luis de Tolouse o Tolosa.
Aunque era de sangre francesa, nació Italia, muy probablemente en Nocera inferior, cerca de Salerno, en 1274. Era el segundo de catorce hermanos y hermanas. Era de sangre real, pero ya de joven, fascinado por la espiritualidad franciscana, llevaba el cordón de la penitencia debajo de sus nobles vestidos de raso. Esa piedad lo llevó a renunciar a todos los derechos de sucesión en favor de su hermano Roberto y a retirarse, para una vida de meditación y penitencia, a la ciudad de Nápoles.
A los 22 años fue ordenado sacerdote y poco después el papa San Celestino V lo consagró obispo; cuando la diócesis de Toulouse quedó vacante, Luis debió aceptarla por obediencia. «Grande fue la admiración de los tolosanos cuando vieron a aquel obispo de veintitrés años, de sangre real, llevar vida de fraile y rodearse de pobres. Visitaba a los enfermos, socorría a los prisioneros, se ocupaba de los judíos» (*) . Pero su salud estaba deteriorada, y empeoró tras el viaje de Luis de Tolosa a Roma para la canonización de San Luis IX, Rey de Francia.
Murió en la noche entre el 19 y el 20 de agosto de 1297. Pronto siguió a su real antepasado en la gloria de los altares: fue proclamado santo por Juan XXII en 1317, estando presentes su madre y su hermano Roberto.
La imagen de San Luis de Tolosa que ilustra esta entrada se venera en la Basílica del Pilar. Junto a ella hay este cartel:
(*) Fuente: El Testigo Fiel
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