El Martirologio señala para hoy la Memoria de Junípero Serra, «presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que pasó por muchas dificultades y sufrimientos predicando el Evangelio en su propia lengua a las tribus todavía paganas de aquella región, y defendió con gran valentía los derechos de los pobres y los humildes».
Miguel José Serra -tal su verdadero nombre- nació en Mallorca en 1713. En Palma comenzó el noviciado en la Orden de los Frailes Menores. Fue consagrado sacerdote en 1737. Tomó el nombre de uno de los primeros compañeros de San Francisco, Fray Junípero. Obtuvo un doctorado en Palma de Mallorca y fue profesor de teología en esa ciudad, pero en realidad deseaba participar de la evangelización del Nuevo Mundo. En 1749 logró su propósito: pudo embarcarse hacia México. Se dedicó sobre todo a la evangelización en Sierra Gorda -habitada mayormente por indios-, México Central y particularmente California.
En efecto, San Junípero fue el protagonista principal de la evangelización de California. Entre 1769 y 1782 fundó misiones de donde se derivaron luego grandes ciudades actuales como Los Ángeles, San Francisco, San Diego y otras.
Después de una existencia gastada íntegramente al servicio de los débiles y de los indefensos, Junípero murió el 28 de agosto de 1784.
Es considerado uno de los Padres de la Patria de los Estados Unidos.
Fue beatificado en 1988 por San Juan Pablo II. El papa Francisco I lo canonizó en 2015 en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington; en esa ocasión dijo el Pontífice:
... Hoy recordamos a uno de esos testigos que supo testimoniar en estas tierras la alegría del Evangelio, Fray Junípero Serra. (...) Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades. Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando haciéndolos sus hermanos. Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. (...)
Tuvo un lema que inspiró sus pasos y plasmó su vida: supo decir, pero sobre todo supo vivir diciendo: «siempre adelante». Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor espera; siempre adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo lo que aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer, hoy nosotros podamos decir: «siempre adelante».
El Museo Franciscano de Buenos Aires conserva una reliquia ósea de San Junípero Sierra, como vemos en la foto.
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