12 de octubre de 2020

12 de octubre: Nuestra Señora del Pilar

«Brilla aquí, en la tradición firme y antiquísima del Pilar, la dimensión apostólica de la Iglesia en todo su esplendor. 
El Papa es el que por designio y misericordia del Señor encarna y perpetúa de forma eminente esa tradición apostólica, que tiene en Roma una histórica e inquebrantable relación con la figura y el ministerio de Pedro. 
Pero el Papa quiere llevar a las Iglesias en América no sólo la firmeza de la fe que Pedro representa, sino también la audacia misionera de los otros apóstoles, que obedeciendo al mandato del Maestro, pusieron sus talentos y sus mismas vidas al servicio de la difusión del Evangelio en el Nuevo Mundo.

La fe que los misioneros españoles llevaron a Hispanoamérica, es una fe apostólica y eclesial, heredada —según venerable tradición que aquí junto al Pilar tiene su asiento secular— de la fe de los Apóstoles. 
Desde la misma fuente vigorosa y auténtica de la fe de los Apóstoles, quiere ahora el Papa llevar un nuevo impulso a las Iglesias en América y a vuestra propia Iglesia española».

«La fe mariana de los misioneros españoles cuajó bien pronto en aquellas latitudes en devociones y advocaciones que siguen siendo norte y estrella de los creyentes de aquellos países. Decir España, es decir María. Es decir el Pilar, Covadonga, Aránzazu, Montserrat, Ujué, el Camino, Valvanera, Guadalupe, la Almudena, los Desamparados, Lluch, la Fuensanta, las Angustias, los Reyes, el Rocío, la Candelaria, el Pino. 
Y decir Iberoamérica, es decir también María, gracias a los misioneros españoles y portugueses. Es decir Guadalupe, Altagracia, Luján, la Aparecida, Chiquinquirá, Coromoto, Copacabana, el Carmen, Suyapa y tantas otras advocaciones marianas no menos entrañables.

La Conferencia de Puebla, en su reflexión sobre la evangelización, dijo expresamente: “Ella tiene que ser cada vez más pedagoga del Evangelio en América Latina” (Puebla, 290). Sí, la pedagoga, la que nos lleve de la mano, la que nos enseñe a cumplir el mandato misionero de su Hijo y a guardar todo lo que Él nos ha enseñado. El amor a la Virgen María, Madre y Modelo de la Iglesia, es garantía de la autenticidad y de la eficacia redentora de nuestra fe cristiana».

«¡Que Ella, María, la Madre de la Iglesia, siga guiando y alumbrando la fe y el camino de los pueblos de América! ¡Que encuentren siempre en vosotros, católicos españoles, el consuelo de un testimonio ferviente y la ayuda de vuestra colaboración humilde y generosa!».

(Fragmentos de la homilía de San Juan Pablo II en la explanada de la Avenida de los Pirineos de Zaragoza, el 10 de octubre de 1984, al comenzar el viaje apostólico con el que daría comienzo la «novena particular» del Quinto Centenario: «el período de nueve años» previo a «la fecha del descubrimiento de América», también en palabras del Pontífice).

La imagen que vemos en la foto se venera en la iglesia de San Miguel, en Paraná (Entre Ríos).

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