Hoy se celebra, en el Calendario Litúrgico propio de los agustinos, la Memoria de Nuestra Señora del Buen Consejo. La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Consolación, en Buenos Aires, tiene un vitral dedicado a aquella advocación, del cual veremos varias fotos en esta entrada.
Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de Roma, construyó un templo a Venus, la diosa pagana del amor, a la que le tenían particular adhesión. Allí se le ofrecía culto y celebraban grandes fiestas en su honor, especialmente el 25 de abril. Todos los años la gente de Genazzano gozaba de las festividades bailando y cantando.
En el siglo IV de nuestra era, cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido en el Imperio Romano, el Papa San Marco mandó construir una iglesia en una colina sobre el pueblo, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo. A sabiendas del amor que la gente de Genazzano le tenía a las fiestas y celebraciones, el Papa declaró el 25 de abril (fecha de las antiguas fiestas paganas), como día de celebración cristiana en honor de Nuestra Señora del Buen Consejo.
Una viuda, Petruccia de Geneo, que amaba a la Virgen devotamente, se sintió inspirada a reconstruir la iglesia. Deseaba que la iglesia fuera más grande y más bonita, más apropiada para la Madre de Dios. Confiando en Nuestra Señora, Petruccia contrató trabajadores y constructores, compró también los materiales y vio las paredes subir. Sus vecinos la observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de ella, especialmente cuando les pedía ayuda, que ellos no deseaban proporcionar. Pero Petruccia no dejó dominar por los obstáculos; estaba determinada a hacer todo lo que pudiese para ver la iglesia completada. Decía que algún día "una gran Señora vendría a tomar posesión de ella".
Un poco después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril, día de San Marcos de 1467, muchas personas estaban congregadas en la plaza del mercado festejando, bailando y cantando. No se sabe por qué ya no rendían honor a Nuestra Señora del Buen Consejo en ese día, como lo habían hecho sus antepasados en siglos anteriores. A través de los siglos, su devoción por Nuestra Señora había disminuido, pero habían conservado el amor por los festejos.
En medio de las fiestas, alguien vio una nube flotando bien bajo a través del claro cielo azul. El asombro paralizó el baile y el canto. Toda la atención fue puesta en la nube que bajaba despacio y que finalmente se detuvo en un borde angosto de las paredes sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se abrió gradualmente, y en su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin la ayuda de manos humanas.
Atraídos por el inesperado y fuerte repicar de las campanas, los habitantes de las villas aledañas se apresuraron a Genazzano para averiguar la causa. Mientras tanto, al escuchar del milagro, Petruccia, que estaba orando en casa, se apresuró en llegar a la iglesia. Llena de alegría dijo que ella sabía que Nuestra Señora vendría a tomar posesión de su iglesia. Toda la gente se le unió en las alabanzas a Nuestra Señora.
Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Pronto comenzaron a suceder numerosas gracias y milagrosas curaciones.
En esos días, dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania, llegaron a Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen. Ellos contaron su testimonio. Scutari fue la última ciudad tomada por los turcos en su invasión de Albania. Cuando comprendieron que ya no podian resistir más, le pidieron consejo a la Virgen sobre qué hacer para mantener su fe católica en aquellas circunstancias. Esa noche, ante el asombro de los dos albaneses, la imagen de la Virgen se desprendió de la pared y elevándose por los cielos comenzó a trasladarse lentamente hacia el oeste. Así pudieron seguirla, cruzaron el mar Adriático que separa Albania de Italia, y llegaron a Genazzano. Decidieron quedarse en Genazzano para vivir cerca de su Señora, que también se había refugiado.
Cuando el Santo Padre en Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros, mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar los acontecimientos extraordinarios. Después de una cuidadosa investigación, el Papa y los comisionados quedaron convencidos de que la pintura era verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño pueblo de Scutari. El espacio vacío con las dimensiones exactas donde había estado la pintura en la iglesia original fue evidente para todos. La imagen -del espesor de cáscara de huevo- había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana podría haber tomado con éxito la pintura de la pared sin romperla. Ninguna mano humana podría haberla traído a través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto de la iglesia sin sujetarla.
Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue completada. Es más: hubo tantas donaciones y fue ofrecida tanta ayuda que se convirtió en una bella basílica. La pintura fue puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Mas tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y del Niño. Los monjes agustinos son los guardianes especiales de la iglesia y de la pintura milagrosa.
La basílica ha sido afectada por los siglos. Sufrió particularmente por la Segunda Guerra Mundial, ya que para arrestar el avance de los aliados, los alemanes no dudaron en bombardear las iglesias. En Genazzano, el santuario de Nuestra Señora no se libró del daño: una bomba explotó en él con toda fuerza. El altar mayor fue completamente destruido, todas las pinturas y las estatuas en las paredes se vinieron abajo, pero la milagrosa pintura de Nuestra Señora del Buen Consejo, se mantuvo perfectamente intacta, tan bella como cuando Petruccia la vio por primera vez.
En la imagen original, Nuestra Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro. Su manto azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús, quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre. Su mejilla toca la de ella, y su mano izquierda esta sosteniendo el cuello de su vestido. El vestido rojo del Niño está adornado con un borde de oro. La expresión en ambos, Madre e Hijo, es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a su Madre. Es una pintura sencilla pero atractiva.
Las palabras "Madre del Buen Consejo" fueron insertadas por Pío IX en las letanías de la Virgen María.
Pese a la insistente referencia al 25 de abril en la crónica precedente, la Memoria de la Madre del Buen Consejo se celebra hoy (probablemente para evitar la superposición con la Fiesta de San Marcos).
Mater Boni Consilii: ora pro nobis.
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