30 de enero de 2022

Domingo IV Durante el Año

Hoy, como Segunda Lectura de la Misa, se lee este célebre fragmento de la Primera Carta a los Corintios:

«Hermanos:

    Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía.

    Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.

    El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.

    El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.

    Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño.

    Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara.

    Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.

    En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas es el amor».


Tomé las fotos en el exterior del Instituto Unzué, de Mar del Plata, en el verano de 2012. 

La primera pretende representar, en el contexto de esta entrada, «todas las lenguas de los hombres y de los ángeles»;    el collage final trae los símbolos tradicionales de la fe (cruz), la esperanza (ancla) y el amor (corazón), aludiendo a la frase final de la perícopa: 
ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor,
pero la más grande todas es el amor

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