El Martirologio Romano recoge las memorias de los santos de la Iglesia Católica y también las de algunos personajes destacados del Antiguo Testamento. Hoy es la «memoria de San Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión».
Entre los episodios más célebres y más representados de los protagonizados por Moisés se encuentra el que lo muestra sentado con las Tablas de la Ley.
El libro del Éxodo relata:
31, 18: Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés, en la montaña del Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios.
32, 15-16: Moisés emprendió el camino de regreso y bajó de la montaña llevando en sus manos las dos tablas del Testimonio, que estaban escritas de un lado y de otro. Esas tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada sobre ellas era escritura de Dios.
34, 1-5 El Señor dijo a Moisés: «Talla dos tablas de piedra iguales a las primeras, y yo escribiré en ellas las mismas palabras que estaban escritas en las que tú rompiste. Prepárate, además, para subir mañana temprano a la montaña del Sinaí, y después quédate allí, a mi disposición, en la cumbre de la montaña. Que nadie suba contigo ni se haga ver en toda la extensión de la montaña, y que tampoco el ganado se detenga a pastar delante de ella. Moisés talló dos tablas de piedra iguales a las primeras, y a la madrugada del día siguiente subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos. El Señor descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre del Señor.
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