La pequeña iglesia porteña de Nuestra Señora de Itatí -que hoy visitamos por primera vez en este blog- fue, "geográficamente", mi iglesia parroquial durante los años en que viví en el barrio de Almagro.
Entre sus imágenes sagradas se destaca esta bella Dolorosa, que ilustra -junto con el Versículo antes del Evangelio- la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, junto con la Secuencia Stabat Mater, que forma parte de la Liturgia de hoy y veremos más abajo.
Aunque la devoción por la Virgen Doliente es muy antigua y asumió diversas formas a lo largo de los siglos, fue sólo en 1814 que el papa Pío VII fijó la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después de la Exaltación de la Santa Cruz.
En cuanto al himno Stabat Mater, es un poema medieval, probablemente del siglo XIII, que suele ser atribuido a Jacopone da Todi
SECUENCIA
Se encontraba la Madre dolorosa
junto a la cruz, llorando,
en que el Hijo moría,
suspendido.
Con el alma dolida y suspirando,
sumida en la tristeza,
que traspasa el acero
de una espada.
Qué afligida y qué triste se encontraba,
de pie aquella bendita
Madre del Hijo único
de Dios.
Cuánto se dolía y padecía
esa piadosa Madre,
contemplando las penas
de su Hijo.
¿A qué hombre no va a hacer llorar,
el mirar a la Madre de Cristo
en un suplicio
tan tremendo?
¿Quién es el que podrá no entristecerse
de contemplar tan sólo a esta Madre
que sufre
con su Hijo?
Ella vio a Jesús en los tormentos,
sometido al flagelo,
por cargar los pecados
de su pueblo.
Y vio cómo muriendo abandonado,
aquél, su dulce Hijo,
entregaba su espíritu
a los hombres.
Madre, fuente de amor,
que yo sienta tu dolor,
para que llore contigo.
Que arda mi corazón
en el amor de Cristo, mi Dios,
para que pueda agradarle.
Madre santa,
imprime fuertemente en mi corazón
las llagas de Jesús crucificado.
Que yo pueda compartir
las penas de tu Hijo,
que tanto padeció por mí.
Que pueda llorar contigo,
condoliéndome de Cristo
todo el tiempo de mi vida.
Quiero estar a tu lado
y asociarme a ti en el llanto,
junto a la cruz de tu Hijo.
Virgen, la más santa de las vírgenes,
no seas dura conmigo:
que siempre llore contigo.
Que pueda morir con Cristo
y participar de su pasión,
reviviendo sus dolores.
Hiéreme con sus heridas,
embriágame con la sangre
por él derramada en la cruz.
Para que no arda eternamente
defiéndeme, Virgen,
en el día del Juicio.
Jesús, en la hora final,
concédeme, por tu madre,
la palma de la victoria.
Cuando llegue mi muerte, yo te pido,
oh Cristo, por tu madre,
alcanzar la victoria eterna.
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO
R. Gloria a ti, Cristo, Verbo de Dios.
María, Reina del cielo y Señora del mundo,
estaba junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo
en el más profundo dolor.
R. Gloria a ti, Cristo, Verbo de Dios.
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